Damaris Betancourt

Autorretrato de Damaris Betancourt.


Hay gente que te inspira en la vida, por una razón u otra. Gente que no has conocido, pero que quieres conocer. Gente de sincera modestia, aun cuando su talento es enorme. Supe de la obra de Damaris Betancourt gracias a un profesor y crítico excelente. Alguien con quien aprendí muchísimo, Juan Antonio Molina Cuesta, quien lleva una escuela de fotografía en México. Participé en un diplomado de Página en Blando. Recuerdo que en una de los primeros encuentros virtuales, salió a relucir el nombre de Damaris. Rápidamente me puse a investigar y descubrí la obra de esta fabulosa fotógrafa cubana. Quizás muchos de Uds. ya la conocen, quizás no. Así que, sin mas preámbulo, aquí les dejo su entrevista que, en lo personal, me conmovió.


La Manigua: ¿Quién es Damaris Betancourt? ¿Dónde naciste y dónde te criaste?

Damaris Betancourt: Soy mujer, madre, esposa, hija de un boxeador y de una secretaria, y fotógrafa también. Nací en La Habana, en El Vedado y ahí también me crié y viví hasta los 22 años. El mío fue un encontronazo totalmente fortuito pero determinante con la fotografía. Fue a principios de los 90, en medio de una depresión social y económica en Cuba para mi generación sin precedentes. Entonces me habían “otorgado” la carrera de Licenciatura en Derecho, después de haberme pasado 6 años en aquellas infames becas con la esperanza, de finalmente, poder estudiar lo que me gustara que en mi caso era Periodismo. Pues aun con las mejores notas no fue posible, y esta fue mi primera gran decepción y la primera estafa de la que fui víctima directamente. Desilusionada, después de un corto trayecto por la Universidad de La Habana, dejé el Derecho. Fue una decisión congruente, pero quedé con las manos vacías. Entonces un día, entré con una amiga al Museo de Bellas Artes, y allí vi unas fotos. Se trataba de una exposición del fotógrafo suizo Werner Bischof. Me impactaron mucho. Inmediatamente, pensé: Eso es lo que quiero hacer. Y así fue, desde entonces nunca he querido hacer otra cosa que no sea fotografía. Aquellas imágenes no se borraron, al contrario, comencé a interesarme por la fotografía. Hice contactos, mucha gente me ayudó, me informó. Logré que me aceptaran en un curso de fotografía que se impartía en la sede de la UPEC. Apareció una Pentax viejísima con un 28 mm que vendía un pintor, vendí lo poco que tenía de valor. Mi madre me ayudó, aunque no entendía de qué iba la historia, y al fin compré la cámara. Tuve la suerte de conocer a los fotógrafos Ramón Grandal y a Gilda Pérez, y que me abrieran las puertas de su casa. Y me iba a pie o en bicicleta desde mi casa hasta la calle Salud varias veces a la semana a hojear los libros de su biblioteca y a escuchar los consejos de Grandal. Con esa motivación me iba luego por La Habana a colectar mis imágenes. Esos fueron mis inicios en la fotografía. Fue en ese tiempo en que hice mis primeras visitas a El Fanguito, al Callejón de Andrade y otros barrios pobres de La Habana.

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Serie “Gente que no conocí”. Damaris Betancourt 


LM: Entiendo que empezaste en la fotografía a principios de los años 90. ¿Cómo te iniciaste en este medio y que fue lo que te motivo a ser fotógrafo? ¿Hace mucho tiempo que estas fuera de Cuba? ¿Cómo fueron tus inicios en un país completamente diferente de Cuba? ¿Te fue difícil el cambio?

DB: Me fui de Cuba con 22 años. Durante mi tiempo en la Universidad también había estudiado alemán con Miss Herrmann, una alemana octogenaria que había emigrado a Cuba en los años 30 y quedó varada en La Habana. Se dedicaba a enseñar alemán, inglés particular. Mi madre me costeó las lecciones y entre mis ganas de aprender y de volar, aprendí alemán básico que luego me sirvió para hacer contactos con fotógrafos, periodistas y cineastas que venían a Cuba por aquellos años para reportar la actualidad de Cuba después de la caída del muro de Berlín. Así que a cambio de mis servicios como traductora y organizadora, el contacto con estas personas me permitió adentrarme en el mundo del reportaje, del periodismo, del cine. Y además recibía unos - para mí - suculentos paquetes de película y papel fotográfico. Con ayuda de amigos pude viajar a Europa en la primavera del 1993, ya tenía una propuesta para trabajar como traductora en un proyecto fílmico sobre Cuba, luego aparecieron otros encargos pequeños. Así se continuó moldeando mi formación visual. Y así fue como llegué a Europa, a Suiza, un país ininteligible entonces para mí, donde mi alemán sonaba de los años 30, y donde quedé petrificada cuando me hablaron por primera vez en dialecto. Me enamoré de Zurich y me casé con un director de cine. Todo lo que puedo contarte ahora no podría describir el impacto que me causó mi llegada a Suiza. Toda la confusión, el desconcierto, la euforia, la curiosidad, la sensación verdadera de libertad. Creo que esto fue lo determinante para concebir mi vida en un lugar lejano, tan diferente. Una libertad que nunca antes conocí, pero que evidentemente ansiaba profundamente.

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Serie “Las amigas de mi madre”. Damaris Betancourt


LM: Tu fotografía tiene varias facetas. En mi opinión eres una fotógrafa completa. Tu trabajo va desde el retrato (Las amigas de mi madre, Los habaneros, Gente que no conocí) el género documental (Diez días en MazorraSenegal’s Fishermen), la arquitectura (Sombras de Hormigón, La Habana), etc. Aquí te podría preguntar muchas cosas, pero solo se me ocurre una cosa. ¿Cómo lo has hecho?

DB: Gracias. La fotografía es de una amplitud inconmensurable, y sé que hay terrenos que me son ajenos, que no avivan mi interés y que no los disfruto, no los manejo. Lograr una buena foto puede ser muy difícil. No es la técnica lo que me entusiasma, sino el documento, el relato. Muchas veces he tenido que hacer trabajos que, de poder escoger, los hubiera declinado. Pero eso también es parte del aprendizaje. Sobre todo, cuando se es autodidacta, son los golpes con las piedras los que te muestran el camino. Yo siento que me expreso mejor a través del reportaje. Ahora, los temas, es otra cosa. Yo pienso y observo mucho - a veces demasiado -, voy descubriendo cosas en mi entorno que pueden ayudar a dilucidar una situación. Y trato de expresar mis lucubraciones de manera visual, con lo que voy viendo a mi alrededor. Los temas pueden oscilar de una orilla a la otra; y eso es lo que me fascina de la fotografía. Explorar, buscar, cazar, colectar, juntar, editar, contraponer, mostrar…

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Serie “Diez dias en Mazorra”. Damaris Betancourt


LM: Ya te he dicho que soy fan de tu trabajo fotográfico, lo admito, sin afán de adulación. Diez días en Mazorra es una serie impactante. ¿Me puedes contar cómo surgió esta serie y cómo lograste llevarla a cabo?

DB: Gracias, otra vez. La historia acerca de Mazorra, decidí escribirla y ponerla como introducción a la serie en mi página web. Fue totalmente casual y más bien resultado de otra decepción. Yo viajé a Cuba en enero de 1998 para documentar la visita del Papa Juan Pablo II. Viajé con un periodista y el encargo de un periódico suizo. El Centro de Prensa Internacional nunca aprobó mi credencial. Una tal Gloria que por entonces “atendía” a Suiza por el CPI, concluyó que no me darían el permiso. Típico proceder que tiene la oficialidad en Cuba de subestimar, desvalorizar y humillar a todo el que no entre en la fila. Y bueno, después de pasado el mal rato, me puse a pensar qué hacer con mi tiempo y con las decenas de películas que llevaba. Ya habíamos estado mi colega y yo en Mazorra investigando un poco para la posibilidad de hacer una historia, y me había quedado con el número de teléfono de Bernabé Ordaz. Así que lo contacté y le pregunté si podía hacer unos retratos en el hospital, y sorprendentemente accedió. Todo lo demás lo cuentan mis fotos. Fueron alrededor de 10 días muy intensos para mí.

LM: Mi trabajo personal tiene mucho que ver con el espacio. Creo que por esta razón me identifico tanto con dos de tus series. En particular: Cincuenta y ocho sillas, y Sombras de hormigón. Percibo una afinidad por la arquitectura, los objetos y el espacio en tu trabajo. También una manera sutil de contar tus historias (En Cincuenta y ocho sillas, por ejemplo, la silla muchas veces aparece como un elemento más de la escena, y a pesar de la simplicidad, esto hace que la imagen cobre fuerza. ¿Tú te identificas más con este tipo de fotografía? ¿Por qué?

DB: Me interesan los espacios con vida, la arquitectura en diálogo con el individuo y con la sociedad, como da forma a nuestro espectro de perspectivas, nuestra relación con el mundo y nuestra apreciación cognitiva y estética. El lugar en el que crecemos es nuestro primer referente visual y espacial. Tengo la suerte de haber nacido y crecido en una ciudad tan hermosa y cálida como La Habana que desgraciadamente se está destrozando de manera brutal. De ahí mi determinación de documentar y debatir sobre esto. Temas como Sombras de hormigón o Cincuenta y ocho sillas, no son más que arenas de debate para reflexionar públicamente sobre lo que sucede con La Habana, y cómo esta realidad recíprocamente influye en sus habitantes. Un día me di cuenta caminando por La Habana, de que por todos lados aparecían sillas destartaladas, abandonadas, de disimiles modelos. Poco a poco fueron adquiriendo vida ante mis ojos, como si comenzaran a mutar en entes con vida. Estas sillas vacías dejadas por doquier, en una esquina, en medio de la acera, a la entrada de un edificio, encarnaron para mí la inacción, el letargo, la somnolencia de toda una sociedad. Sombras de hormigón es una especie de vaticinio de lo que será de La Habana, si no hay resolución cívica ante la intención clara del totalitarismo de devastar a una ciudad, y con esto también la memoria histórica y el bien cultural de una nación. Los habaneros pronto no vivirán en una ciudad, sino bajo sombras de hormigón.

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Serie “Sombras de hormigón”. Damaris Betancourt


LM: Como te decía anteriormente, te considero una fotógrafa completa, capaz de manejar a la perfección cualquier rama de la fotografía. Tus series documental y de retratos son impactantes. ¿Cómo llegas a ese acercamiento con el sujeto, a esa intimidad que tus fotos despliegan?

DB: Si he logrado que mis fotografías transmitan intimidad, pues me satisface saberlo, pero no puedo decirte cómo lo he hecho. No tengo fórmula. Si hay algo para lo que nos entrena la fotografía, es para experimentar situaciones muy disímiles. Me imagino que, como en Cuba una cámara en manos de un nativo siempre es vista como algo peligroso y transgresor, pues tengo la costumbre de no ir con pinta de fotógrafa a ningún lugar. Creo que ayuda.

LM: La mayoría de los fotógrafos que conozco hablan de sus influencias. ¿Tiene Damaris influencias, la gente que te inspira a seguir creando, de la que aprendas o aprendiste en el pasado?

DB: Influencias muchísimas, fotógrafos que admiro. Muy a menudo descubro trabajos nuevos, miradas frescas. Pero por supuesto tengo mi Olimpo donde permanecen resguardados aquellos a los que siempre recurro, los que siempre me inspiran, me conmueven, me motivan. Ya mencioné a Werner Bischof, pero por ahí sigo con Walker EvansGordon ParksRobert FrankLuigi Ghirri, Guy Tillim, Josef KoudelkaGabrielle Basilico, René BurriHélène Binet, August Sander, Stephen ShoreRichard PareHelmut NewtonGueorgui Pinkhassov, y muchos otros por supuesto. Mi inspiran además las pinturas de Hopper, Velázquez, Balthus, Canaletto… Y mañana puede que la lista se alargue más.

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Serie “Cinquenta y ocho sillas”. Damaris Betancourt


LM: ¿Proyectos nuevos en los que estés trabajando? ¿Cuáles son tus planes futuros?

DB: Estoy preparando mi nueva página web. Es una buena ocasión para revisar mi archivo, digitalizar negativos, reeditar, revalorizar e incluso descubrir trabajos que hice hace tanto tiempo. También está en preparación un libro con la serie Diez días en Mazorra con texto del escritor cubano Carlos Aguilera, que deberá salir este año por Ediciones Rialta. Además, fui invitada esta primavera a participar en la Bienal de Arquitectura de Venecia para exponer en el Palacio Mora 10 fotos de Habana Siglo XXILa espera; una de mis series en torno al inmovilismo de la sociedad cubana. Por causa de esta pandemia la Bienal fue pospuesta para el próximo año. Así que, si hasta entonces la situación se normaliza, en 2021 podré exponer mis fotos en una gran colectiva en la Bienal de Arquitectura de Venecia. He tenido pocas oportunidades de exponer mi trabajo, por lo tanto, esto me daría una gran satisfacción. Ideas, tengo muchas, surgen en cada momento. Siempre que puedo anoto. Hace poco hice cálculos, porque si esta entrevista es publicada como has previsto, hoy cumplo 50 años, y me di cuenta de que más vale que acelere un poco. El tiempo es inclemente. Por lo pronto, después de mi familia, la prioridad es mantener el cuerpo y la mente ágiles, y, aunque vaya como el tren lechero, conseguir realizar aquellas ideas que más me inquietan y que más me inspiran hasta que llegue al final.

Muchas gracias por interesarte por mi trabajo y difundirlo. Y mucha suerte con este proyecto de blog.

LM: Gracias a ti Damaris, por acceder a ser parte de La Manigua. ¡Abrazos y éxitos!


Miami-Zurich 

Agosto 12 del 2020.

“Año de la Pandemia”

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Serie “La Habana”. Damaris Betancourt

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