Paola Martínez Fiterre

Debo empezar con una sencilla aclaración: Yo no conozco a Paola Martínez Fiterre. Dicho esto, digo más, sí la conozco. Paciencia…Les explico. Digo que la conozco porque veo en Paola a toda mujer valiente, a toda mujer que se atreve a seguir sus sueños. Eso precisamente ha hecho Paola desde el inicio; nada más que eso: seguir sus sueños y entregarse completamente a luchar por lo que cree. Paola no tiene miedo o, si lo tiene, se enfrenta a él constantemente a través de una obra contundente. Creo que no debo decir más. Véanlo ustedes mismos. 


La Manigua: Hola Paola, bienvenida a La Manigua. ¿Dónde naces? ¿Dónde te creciste y cómo comenzó tu interés por el mundo del arte?

Paola Martínez Fiterre: Nací en La Habana, Cuba, en el año 1992. Soy de Nuevo Vedado, un barrio en La Habana de muchos contrastes. Es un poco polémico todo el estigma que hay sobre el barrio Nuevo Vedado (que es conocido como el barrio de “los pinchos”). Mi identidad se fue formando en torno a este lugar, donde todas las casas eran casonas muy grandes, construidas sobre los años 50, con arquitectura emblemática y diseñadas por arquitectos estelares como Vicente Lanz y Margot del Pozo, que, por cierto, eran vecinos muy queridos. ¿Por qué digo que se ha creado todo un estereotipo alrededor de este barrio?

©Paola Martínez Fiterre

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Series Mine All Mine - Paola Martínez Fiterre


Crecí con mis dos padres médicos y mi abuela materna, arquitecta. Soy niña nacida en pleno período especial, año 1992, en un barrio “fancy”, pero donde muchos de mis amigos y yo realmente no encajábamos con el estereotipo de familia rica cubana que se había creado alrededor de ese lugar. No es menos cierto que muchos de mis vecinos siempre tuvieron mucho dinero, rentaban cuartos a extranjeros en Cuba, cuando eso no era algo común. Por eso cada vez que me preguntaban dónde vives, me daba pena decirlo. Casi todas las personas que escuchaban el nombre Nuevo Vedado, asumían que yo venía de familia “rica,” a veces hasta que teníamos “criados.” Por ser blanca y venir de ese barrio también asumían que no podía saber cocinar, bailar, hacer cosas ordinarias como colar café. Muchos solían llamarme “la blanca esa,” aun sabiendo mi nombre. No pretendo con esto victimizarme. Estoy solo dando un poco de contexto sobre mi identidad y sobre cómo me crié. Es que, por estas cosas, yo siempre sentí que no encajaba en ningún lugar. El contraste mayor era que, cuando interactuaba con los hijos o miembros de “las familias ricas de Nuevo Vedado”, yo era considerada una pobretona, y me hacían bulling. Mi merienda en la primaria era “pan con guayaba” o “pan con salsita”. Yo usaba tenis chupameaos, esos zapatos de tela y de suela bajita, que ahora a todo el mundo le gustan, pero que en aquel momento eran considerados una m***. Un frecuente motivo de burla en esos años también fueron mis orejas. De pequeña era orejona… muy orejona. Desde Dumbo hasta mono me decían. Cuando tenía 11 años, mis padres me llevaron a una especialista y me operaron las orejas. Luego todos decían ¡ahora sí estás perfecta! Pero a veces pienso que me gustaría saber cómo sería yo hoy con mis orejas, las que me tocaron. Yo nunca fui normal, no necesito parecerlo. 

Nací con pequeños detalles que pueden pasar desapercibidos, pero que solo un por ciento pequeño tiene: Tengo más de dos remolinos en la cabeza, algo más frecuente en niños que en niñas. Eso complica andar con el pelo suelto. Nací con hipo. Cuando salí del vientre de mi madre tenía tremendo hipo y me metieron esa primera noche de mi vida en observaciones. Tengo la línea de la vida recta en ambas manos. A esto añado que nací de noche. Lo sé porque, cuando cantaban la canción de cuna, a mí siempre me tocaba “pasear en coche”, mientras a mi hermano le tocaba “ir a la dulcería”… Y yo quería ir a la dulcería. Nací de noche y a la hora de la novela. Así que las enfermeras se enojaron con mi mamá por ponerse de parto en un momento tan “atravesado”. Todos en Cuba saben que la hora de la novela es sagrada. Yo creo que esto define mi vida, porque siempre llego así, medio atravesada. 

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Series Recuérdame - Paola Martínez Fiterre


No quiero que suene a que no fui feliz. Por el contrario, fui muy feliz. Crecí rodeada de familia, amigos y vecinos, en una comunidad donde todos nos conocíamos y apoyábamos. Crecí “mataperreando” y jugando “futbol con un coco”, porque pelota de verdad casi nunca había. Crecí trepándome en los arboles de anón que crecían en mi patio y, de vez en cuando, también brincaba a los techos de algunos vecinos para robarme unos cuantos mangos. En medio de todo esto, siempre encontraba tiempo para dibujar, pintar, jugar con plastilina. Mis padres siempre se pusieron a disposición para tratar de conseguirme todas esas cosas que me hacían feliz. Un día mi papá llegó en su bicicleta del hospital, donde todavía trabaja y se sorprendió de que yo, con un pedazo de piedra caliza, había dibujado en la acera de la entrada de la casa un avión. El motivo de su asombro era que yo había dibujado las alas del avión “con perspectiva”, como él dice. Ese día fue tanto el alboroto en casa que mi mamá me dijo: cuando seas grande, te voy a llevar a la escuela donde enseñan a pintar. Escuchar eso fue algo casi surreal. Era muy pequeña y para mí la escuela era el lugar donde enseñaban matemáticas, escritura, historia. Nunca me había pasado por la cabeza que había otro tipo de escuelas. Esto marcó mi niñez. Nunca fui una niña que deseara ser médico, piloto, policía, maestra o astronauta. Siempre supe que yo quería ir a esa escuela para gente que quería pintar. Lo curioso es que luego de que me aceptaron en San Alejandro, no me decidí por la especialidad de pintura, sino que me fui de cabeza para escultura. No tengo idea de mis razones. Solo sé que amé la escultura, y la sigo amando profundamente. Espero un día retomar algunos, si no todos, los proyectos con que tanto soñé en ese tiempo.

LM: Tengo entendido que tu formación fue primeramente como artista visual y que has estudiado escultura, ¿estoy en lo cierto? Cuéntame de esta etapa de tu vida 

PMF: La escultura siempre ha sido por lo que me he inclinado cuando de Academias y Escuelas se trata. Tengo muchos proyectos escultóricos que quisiera retomar, y de un modo u otro creo que mi obsesión constante por crear objetos como los vestidos, las íntimas bordadas, los corazones tejidos, y demás, muestra esa necesidad en mí. Debido a los casi 11 años que llevo haciendo proyectos de fotografía, muchos no conocen esta etapa tan importante de mi vida ni parte de mi trabajo es muy objetual y mixto.

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Performance Different ways to sit on a chair - Paola Martínez Fiterre


 LM: ¿Cómo llegas a la fotografía? ¿Cómo fue tu experiencia en el International Center of Photography (ICP)? 

PMF: A la fotografía creo que llegué por intuición. Mis padres tenían varias cámaras de rollo. Nunca tuvieron una cámara de video, pero teníamos un vecino que a veces nos prestaba una. Crecí con la costumbre de que mis padres tomaran fotos y videos, de que reviviéramos momentos felices a través de la experiencia de la imagen. Creo que, por la magia de todo esto, es que hasta hoy mis memorias en gran parte dependen de estos formatos.

Mi padre se fue de misión en dos ocasiones en mi vida. La primera vez yo solo tenía 8 meses de nacida. Se fue a Namibia. La segunda vez, yo tenía 17 años. Se fue para Angola, por 3 años. Yo casi no lloré, pero la familia no pudo soportarlo. Todo se fue desmoronando. Un día antes de regresar, mi padre me preguntó que qué quería de regalo. Yo contesté, sin dudarlo, “una cámara de las grandes, papá.” Él me regaló una Canon, era la 450D. Nunca había tenido una cámara así en mis manos y cuando la toqué por primera vez sentí que me estaba entrando poder al cuerpo. Todavía no sé explicarlo bien. 

La idea inicial era usarla para documentar pinturas y esculturas. Pero de repente me vi haciendo intervenciones en espacios abiertos, con objetos y materiales que se disimulaban muy bien en el contexto. Empecé a sentir este impulso de descontextualizar objetos y mezclarlos en la naturaleza para “engañar al ojo.” Así fue como comencé en la fotografía. Esto me hizo alejarme por un tiempo de los autorretratos. En el año 2011, cuando me gradué de San Alejandro, de la especialidad de escultura fue con un proyecto completamente fotográfico. I was all over the place, como se dice por acá. Pero siempre he tenido claro que mi trabajo va como vaya mi día. Mi trabajo no es algo estático, sino que fluye y no importa si cambia de formato, siempre tiene una misma línea: mi vida. Mi trabajo es como un diario, escrito en imágenes, bordados, videos, pinturas, performances, dibujos…

Con 21 o 22 años comencé a impartir una clase de Apreciación y Composición en la Escuela de Fotografía Creativa de la Habana. Puedo decir, con seguridad, que aprendí más yo de todos los alumnos. Me hice además de una comunidad de amigos increíble. También trabajaba como fotógrafa para Galerías como Gallería Continua, cuando todavía no habían inaugurado la sede en el Barrio Chino de la Habana y solo estaban empezando por el performance de Pistolero del Símbolo del Terzo Paraizo en la Bahía de La Habana, con los barcos de pescadores. Fue la primera obra de otro artista que documenté en mi vida. Así empezó otro de mis mundos en la fotografía: la documentación de performances y obras. No la realizo muy a menudo ya, pero es algo que me fascina: ver el papel que juega la documentación fotográfica de video en el mundo del arte y de lo efímero. Me cuestiono siempre qué sería del performance y de lo instalativo sin la fotografía como evidencia.

Llegando al ISA me decidí por la escultura de nuevo. Así hasta el año 2017, cuando el 21 de julio, alrededor de las 4 de la tarde, entré por el aeropuerto JFK a Queens, New York. Llevo 3 años y 3 meses viviendo en Queens. En unos días me voy a mudar para otro barrio. No puedo explicar mi experiencia en Queens sin que todos los recuerdos y emociones me abrumen. Yo amé, amé mucho en Queens. Es todo lo que puedo decir. No me gusta la idea de irme, pero siento que necesito abrir nuevos capítulos y dejar ir todo lo que, por peso natural, deba irse.

Una vez en New York, pasó un año de adaptación y de exploración. Durante ese año exprimí todas las oportunidades que encontraba, casi todas open calls y exposiciones a las que aplicaba online. Pasé mucho tiempo buscando cómo poner mi trabajo out there. No quería quedarme estancada. Mi trabajo, en aquel momento, seguían siendo esas naturalezas muertas con objetos a los que manipulaba y mezclaba con elementos naturales; imágenes más sutiles e inocentes. No me atrevía a retomar mi trabajo de autorretrato por miedo al qué dirían mis padres o ideas así. También llegué a New York sin muchas de mis pertenencias, porque yo venía de vacaciones. En medio de mi viaje, el consulado de Estados Unidos en Cuba anunció que iba a cerrar temporalmente, quizás permanentemente. Y 3 años después, aquí estoy. En ese momento, al no tener mis objetos, comencé a trabajar con el único material que tenía disponible: mi cuerpo. Comencé por una mano, un pie. Poco a poco me descubrí parándome completamente frente a la cámara. Así fue cómo, de manera muy sutil, el autorretrato volvió a mi vida. El impacto más grande de estar en New York fue descubrir que no importaba, que nadie estaba realmente mirando, que no había nadie juzgándome o impidiéndome hacer el trabajo. 

Un buen día, me llegó un correo: “Congratulations”. Era de un open call al que había aplicado para una revisión de portafolios organizada por The New York Times. No cabía en mí. Ahí fue donde uno de los especialistas me habló por primera vez del International Center of Photography (ICP). Ese día llegué a casa, lo busqué en Google y a los pocos días estaba sentándome con el director del Programa de Prácticas Creativas. Él enseguida me hizo sentir que ICP era el que se nutría de personas como yo, de una comunidad diversa y creativa, más allá de las asignaturas, los horarios y calendarios. Por eso ICP se ha hecho de una comunidad muy linda e inmensa, hecha de personas de todas partes del mundo y con visiones muy únicas, con las cuales tuve le suerte infinita de interactuar. Yo sabía que ellos nunca habían tenido un alumno cubano y menos una mujer.

Ese año en ICP fue intenso. Estuve inmersa únicamente en mi trabajo fotográfico, me sumergí en lo analógico y comencé a realizar la serie Silencios, una serie infinita que aún hoy sigo trabajando. La serie comenzó porque, como emigrante al fin, iba cambiando de espacios frecuentemente. Creo que eso es algo que caracteriza la emigración, el ir cambiando de lugar a lugar, de espacio a espacio, hasta que finalmente y con suerte se encuentra el “hogar.” Comencé a dar muchos viajes a Washington D.C., al consulado cubano, y en cada viaje de esos me encontraba quedándome en habitaciones diferentes, en las cuales sabía que iba a estar por poco tiempo. Empecé a explorar cómo mi cuerpo respondía a estos espacios, a veces con mayor o menor intimidad; a veces con más o con menos intensidad. 

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Serie An early 2020 story - Paola Martínez Fiterre


LM: Tus fotografías de An early 2020 Story muestran a una Paola en el encierro provocado por la Pandemia Covid-19. Son fotografías con una fuerza nostálgica y una sensación de soledad casi abrumadora. Esta situación nos ha tocado a todos de una manera u otra. ¿Cómo impactó tu vida y cómo la idea para este proyecto?

PMF: Solo hasta hace poco, cambiaba mucho de espacios. Ahora, que también estoy al despedirme de esta habitación en la que he estado desde febrero de 2020, y en la que pasé toda la cuarentena, puedo decir abiertamente que, encerrada aquí, sentí que me bajaron todas las estrellas y que casi pierdo el último tornillo. La serie de retratos junto a la ventana fue lo que me mantuvo cuerda. La llamaba “negociar con la cordura.” Yo le bailaba, me vestía y le modelaba, le contaba historias, le lloraba, le reía, y ella -la cordura- cada día me iba concediendo o no el regalo de la sanidad. Ahora no sé si realmente llamarla An early 2020 story; pero, por ahora, así se queda. Para cambiarla, necesitaría entender completamente bien todas las emociones que pasaron por mi cabeza, y eso es algo que aún no logro procesar del todo cuando lo único que veía vivo y en movimiento eran las pocas aves que pasaban frente a mi ventana, y a dos o tres personas dándole la vuelta a la manzana. Creo que la mejor manera de explicar cómo fue todo y lo que significó para mí es a través de esos autorretratos, donde la protagonista es esa ventana que nunca deja ver enteramente lo que hay fuera, pero que evoca mucho todos mis deseos de oler el viento.

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Serie An early 2020 story - Paola Martínez Fiterre


LM: Hablemos de tus otros proyectos. ¿Cómo te preparas cuando vas a realizar un performance? He notado que son una parte esencial de tu proceso creativo. ¿Crees que el mensaje que transmite un performance es diferente al lenguaje fotográfico? 

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Performance Líos de falda - Paola Martínez Fiterre


PMF: Performance, una de mis palabras preferidas. ¡Performance! yo no sé vivir sin performance, no porque mi vida lo sea, sino porque es una proyección de esta. Un día decidí finamente “botarme pa’ la calle” y realizar por primera vez Thoughts about silente, performance en el cual pareciera que me estuviera destripando en vivo, halando hacia fuera (y frecuentemente de entre mis piernas) un grueso estambre rojo que luce muy parecido a unos intestinos. Esto fue una respuesta muy natural mía al hecho de que, en esos momentos, estaban siendo aprobados en varios estados de los Estados Unidos votaciones a favor de que se aprobara en la Corte Suprema la ilegalización de los abortos. A mí esto me parecía, y me sigue pareciendo, un acto en contra de la humanidad, un acto en contra de los derechos de la mujer. Me hace sentir que hay muchas personas a las cuales realmente no les importaría mi sufrimiento, como no les importaría si me destriparan en vivo.

 Performance Thoughts about silence - Paola Martínez Fiterre


Comencé a notar que la mayoría de la gente que presenciaba este performance trataba de no mirarlo directamente, trataba de actuar como si no estuviera pasando nada fuera de lo normal. Eso, para mí, se convierte en otro performance, porque puedo verlos queriendo mirar “con el rabito del ojo” pero nunca directamente. ¿Es que acaso es normal la imagen de una mujer destripada en público? ¿Estamos tan desensibilizados que imágenes así no importan, o es que realmente habrán importado en algún punto? Los cuerpos de las mujeres siguen siendo mutilados, alterados y hasta inhabilitados. ¿Por qué quitarle a una mujer la libertad de escoger lo que sucede con su cuerpo, con su vientre, con su vida? ¿Somos creadas como estos seres maravillosos, con la capacidad de engendrar vida, pero sin decisión sobre esa capacidad? Ser madres es una gran parte de la experiencia de ser mujer, pero no es la única y no lo es para todas. Últimamente, debería de ser una decisión de ella con y para ella y su pareja, no la de ningún Gobierno o una Corte Suprema.

Performance Lipstick - Paola Martínez Fiterre


Realmente, cuando me preparo para mis performances, paso por algunos momentos de duda: ¿por qué estoy haciendo esto? ¿por qué me hago a mi misma pasar por esto? ¿van a verme como loca otra vez? Pero honestamente, esos segundos de duda se me pasan rápido, porque enseguida recuerdo que mi trabajo es mi lucha por mis sueños de que logremos vivir en un mundo sin definiciones, donde el arte sea sobre el arte nada más y no sobre género y procedencia; donde todos entiendan un NO por respuesta y donde todos logremos expresarnos sin silenciarnos unos a otros… 

LM: Tu serie Silencios, realizada completamente en película fotográfica blanco y negro, es mi favorita. Debo confesar que tengo fascinación por la película en blanco y negro. Es una serie impactante e incluso encuentro asociaciones visuales con el género noir del cine. Háblame de esta serie. ¿Qué mensaje tratas de transmitir? ¿Estos Silencios parten de tu experiencia personal? ¿Qué opinas del trabajo visual de la mujer en el arte?  Y, casi para concluir, creo que todos tenemos personas y obras que nos sirven de inspiración y/o influencias: ¿qué motiva a Paola a seguir creando? ¿Qué influencias has recibido durante tu carrera? 

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Serie Silencios - Paola Martínez Fiterre


PMF: La serie Silencios es una exploración muy íntima de espacios, esquinas, muebles, a los que respondo de manera muy particular y que están marcados por lo efímero de cada una de esas experiencias. ¿Cómo acomodarse a dónde solo estaremos por cortos períodos de tiempo? ¿Cómo engañar a la mente y al cuerpo a sentirse como en el hogar cuando sabemos que en unos días o unas horas hay que seguir a la próxima estadía? Para mí tiene que ver con el modo en que quisiera que la artista cubana emigrante fuera representada hoy. Es difícil imaginarla porque no creo que la artista cubana esté muy representada, específicamente en el contexto del arte en Estados Unidos. Es difícil de encontrar y son pocos los casos donde, además de Ana Mendieta, alguien logre mencionar otros nombres. Me gustaría que, en vez de citarme todo el tiempo a Ana, cuando se trate de una artista cubana haciendo autorretratos y trabajando con el cuerpo como forma y contenido, me citaran también a María Magdalena Campos Pons, a Marta María Pérez Bravo, a Aimeé García, a Cirenaica Moreira, Tania Bruguera, Coco Fusco, y más, muchas más… A ver, yo AMO la obra de Ana Mendieta, y me encanta que la mencionen como referente de mi trabajo porque LO ES. Pero Ana no es la única. Parecido a lo que pasa con Frida, que no se puede dejar de mencionar cuando se hable de arte mexicano, pero no puede ni debe ser el único ejemplo. Quiero que mi trabajo evoque los nombres de todas esas artistas que siempre llevo en el pecho, y ojalá que algún día, cuando en Estados Unidos o en el mundo se hable de arte cubano se incluyan más nombres en la lista.

LM: ¿Qué planes futuros hay para Paola Martínez Fiterre? 

PMF: Siento que mi trabajo me ayuda a lidiar con todo, siento que por mi trabajo puedo salir al mundo sin que me importe si encajo o no, si tengo barriga, si tengo “patas de pollo”, si mi inglés hoy va a ser bueno o si me voy a trabar hablando como siempre, si se burlan de mí o no. En fin… yo soy dichosa, porque siempre voy a tener mi trabajo para lidiar con mi cordura. Siempre. Perdóname si no hablo mucho del futuro. Lo inmediato, el mañana, es desconocido para mí. Soy como Alicia en el país de las maravillas y mi cabeza que siempre anda flotando por alguna nube…  

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Performance Thoughts about silence - Paola Martínez Fiterre


Miami - New York

Octubre 14 del 2020

“Año de la Pandemia”

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